Cibervieja de tierra

Ilustración: Cima / Texto: Sreo

La cibervieja de tierra es objeto de estudio privilegiado para especialistas e interesados en la animalidad contemporánea. Perteneciente a una rama particular de la familia de los loricáridos (Loricariidae), fue un ser inicialmente anfibio, aunque progresivamente abandonó las aguas y se afianzó en el medio terrestre. En el camino perdió la mayor parte de sus vestigios acuáticos –las branquias fueron reemplazadas por amplios pulmones, las aletas por clásicas extremidades con dedos. Si bien mantuvo la ventosa bucal característica de sus antepasados, esta se modificó de manera extraordinaria: lo que en otros tiempos servía para succionar alimentos del fondo de ríos y mares se convirtió en un formidable órgano propalador de noticias, frases hechas y razonamientos silogísticos, provenientes de manera casi exclusiva de los medios concentrados de comunicación. Esto es posible gracias a las refinadas habilidades tevepáticas que posee la cibervieja de tierra: en permanente conexión con canales de TV (el control remoto es indisociable de sus extremidades superiores desde los momentos inmediatamente posteriores a la ruptura del cascarón), incluso en los momentos de descanso y sueño la ventosa se mantiene activa y atenta a reproducir a viva voz episodios policiales, accidentes de tránsito, catástrofes naturales, seudo-debates políticos, culturales y farandulescos y los últimos gritos de la moda del cualunquismo hipermediatizado.

El comportamiento social de la cibervieja de tierra es paradójico y en cierta medida trágico. Sus ansias comunicativas la impulsan en todo momento a la interacción, por lo que pasa la mayor parte del tiempo en ámbitos públicos y semi-públicos (es preciso recordar que al alcanzar la adultez las ciberviejas terrestres tienen plenamente desarrollados los receptores satelitales de su cerebro, por lo que la preferencia por la situación de exposición catódica clásica responde a la nostalgia o a la costumbre). Pero, al mismo tiempo, la recepción ininterrumpida de flujos mediáticos produce en no pocas ocasiones un deslizamiento de la tevepatía hacia situaciones de pérdida de realidad e inmersión en mundos paralelos. En esos casos, la cibervieja llega a convertirse en un verdadero peligro material para su entorno, llegando a destruir con su pregoneo comunidades enteras.

Las discusiones científicas alrededor de la cibervieja de tierra son abundantes y variadas. Muchos estudiosos hacen hincapié en su carácter parasitario, ya que su desenvolvimiento natural y cotidiano destruye sistemáticamente su entorno originario, obligándola a desplazamientos constantes –y, tendencialmente, vanos– hacia territorios comunicacionalmente fértiles y vitales. Algunos la ponderan como un rudimentario ejemplo de cyborg, ya que es una de las primeras especies animales cuya existencia depende en sumo grado de tecnología electrónica (se ha constatado que la sobrevida de especímenes adultos en condiciones de abstinencia mediática es prácticamente nula). Otros, en cambio, a partir de su ya probada capacidad de adaptación al medio, imaginan un futuro en el que esa propia sujeción tecnológica, junto con la voraz necesidad de elementos inmateriales y etéreos, lleven a la cibervieja a traspasar su estadio evolutivo actual para ganar el aire y conquistar los cielos de nuestro maltrecho planeta.