Artista, investigador y activista, Emanuele Braga vive y trabaja en Milán, Italia. Es cofundador de la compañía de danza y teatro Balletto Civile (2003); del proyecto de arte contemporáneo Rhaze (2011); del centro cultural, artístico y de investigación independiente Macao (2012); de Landscape Choreography (2012), proyecto interdisciplinario alrededor del espacio urbano, la experiencia del movimiento y el rol del cuerpo en el capitalismo; y del Institute of Radical Imagination (2017). Sus investigaciones se desarrollan alrededor de la producción cultural, la economía política, los procesos de transformación social, los derechos laborales, las tecnologías informáticas y la institución de los bienes comunes.

Emanuele Braga
Emanuele Braga

Este ensayo parte de la situación de emergencia global que instala la pandemia y sus riesgos para casi enseguida ir más allá en términos de perspectiva crítica y reflexiva: “No estamos interesados ​​en lo probable sino en lo posible”. A partir de la pregunta “¿Qué es lo que realmente sirve ahora?” –en la que reverbera, por supuesto, el interrogante y las inquietudes leninistas y materialistas–, Braga delinea una serie de elementos a elaborar y desplegar en términos de pensamiento y acción política para, en sus palabras, “dar el salto” que evite la catástrofe: el ingreso universal de la mano del mutualismo y la gestión común de los recursos; el cuidado como factor de cohesión de lxs invisiblxs como bloque social; el cosmos desde una perspectiva ecosistémica; las plataformas e infraestructuras digitales como territorio a reiventar y gestionar bajo lógicas públicas; los cuerpos más allá de la digitalización y la automatización; la cultura más allá de la espectacularización.

 Original en: https://instituteofradicalimagination.org/2020/04/16/gestures-of-radical-imagination-a-program-for-the-useful-revolution-by-emanuele-braga/
Versión italiana: https://www.dinamopress.it/news/gesti-immaginazione-radicale-un-programma-la-rivoluzione-utile/
[Ilustración: Ana Celentano – Traducción: Emilio Sadier para Sangrre]
 

¿Ahora cambiamos? Probablemente siempre será peor: la deriva tecnoautoritaria

La gestión del coronavirus corre el riesgo de arrastrar a todos al tecnoautoritarismo: nos espera una vida social en la que seamos controlados en cada movimiento que hagamos. A través del GPS, de los teléfonos celulares, de las cámaras en espacios públicos y en las calles será posible ver si realmente respetamos las reglas del distanciamiento social. Primero nos dirán que son datos anonimizados para entender el comportamiento masivo. Luego vendrán las sanciones individuales y los sistemas integrados de clasificación. Si estamos sin trabajo, deberíamos quedarnos en casa o a lo sumo ir a hacer las compras; si tenemos un trabajo, podemos desplazarnos o tomar un avión.

Si tenemos fiebre, un sensor lo probará por nosotros, y se lo dirá directamente a quien esté procesando la imagen completa de nuestro perfil. Datos biométricos individuales, datos sobre nuestro desplazamiento, datos sobre nuestra situación económica, datos sobre nuestro sueño y nuestro tiempo libre transformarán la sociedad y el modo en que es gestionada, e iluminarán las áreas sociales a apoyar y las áreas a sacrificar.

Esto es lo que nos espera después de Covid-19, este es el modo en que los Estados y los mercados están pensando en reorganizar la crisis y la poscrisis o la infracrisis permanente. Esta es la caja de herramientas de lo biopolítico con la que el siglo XX terminó. Y ahora los que nos gobiernan están recurriendo precisamente a esas herramientas. En los últimos diez años, tal vez China haya sido la más audaz al testear un programa de control social gubernamental generalizado y data driven[1] llamado Sistema de Crédito Social, Silicon Valley se ha ejercitado con Cambridge Analytica direccionando con bastante éxito dos o tres elecciones… pero esos eran solo bancos de prueba. La sociedad debe ser administrada a través de los datos que podamos recoger. Los datos deben ser lo más exactos y precisos posible. De esta forma podremos disminuir los riesgos. ¿Los riesgos de quién? Los riesgos del mercado, del crecimiento y de la productividad. Si hay demasiadas personas enfermas, debemos reducir la velocidad de la línea de montaje en las fábricas, y hacer que despeguen menos aviones. Si hay pocos pacientes, podemos presionar por un momento el acelerador. Si hay demasiados disturbios entre los pobres, tenemos que aumentar un poco las medidas de bienestar social (welfare). Si nadie se queja, podemos hacer que palmen silenciosamente los ancianos en los geriátricos, gente ya no productiva que solo pesa en el sistema jubilatorio.

Esta crisis no proviene de los bancos y del sistema financiero, sino de la economía real. Por este motivo, la reacción no supondrá simplemente la vampirización de los derechos sociales estatales, las inversiones inmobiliarias y las condiciones de trabajo por parte del sistema financiero. Lo que nos espera es algo todavía peor: un control directo selectivo sobre las poblaciones y sobre los recursos. El extractivismo financiero ya no es suficiente: el capital necesita del exterminio deliberado de vidas y del control sobre los recursos.

Posiblemente esta sea la verdadera novedad tras del advenimiento del virus: el control biopolítico basado en el análisis de datos no será solo funcional a una agenda neoliberal, sino que estará orientado hacia un programa malthusiano de exterminio selectivo y de control biotecnológico y militar de las vidas y de los recursos naturales a nivel mundial.

Cosas pasadas de moda

Esta utilización científica de los datos para administrar la sociedad-fábrica será la respuesta neoliberal y bipartidista al Covid-19. Y creo que contiene un principio de selección de lo superfluo, de quienes son considerados inútiles y débiles, de hecho más selectivo del de aquellos que son abiertamente fascistas, nacionalistas y deseosos de plenos poderes. Será el triunfo demodè del proyecto modernista que entiende a la sociedad como una máquina productiva racionalizada que extrae valor de vidas y de los recursos para acumular ganancias.

Digo pasado de moda porque el imaginario en el que se inspira esta agotada clase política es el de las grandes películas de ciencia ficción de las décadas de 1980 y 1990, hasta llegar a la primera temporada de Black Mirror de hace diez años. No creo ser demasiado pesimista si digo que esto es lo que probablemente suceda. Mientras, a nosotros nos interesa todo lo contrario: no estamos interesados ​​en lo probable sino en lo posible.

Porque lo probable es el resultado de un cálculo donde los costos y beneficios se optimizan sin cuestionar el paradigma existente. Y el punto no es solo minimizar las pérdidas, sino también cambiar las reglas del juego.

Somos los hijos y las hijas heréticas de esta generación. Para nosotros esto todo esto está fuera de moda. No nos vemos con estos ojos. Rechazamos ser reducidos a números que cuentan para una tasa de interés, debemos saber mirar más allá de los datos, de los perfiles, de cuántas estrellas recibimos, no somos solo poder de cálculo.

Si el futuro que nos espera es data driven, el punto no es solo comportarnos bien y obedecer dinámicamente las reglas del distanciamiento social, sino plantearnos ¿en función de qué modelo político son estas reglas? Si estamos solo minimizando la pérdida de vidas humanas para garantizar un mínimo de ganancia al modelo económico que nos llevó a esta crisis, es correcto hacer huelga.

Estamos, a esta altura, más allá del sueño tecnofetichista de control sobre la naturaleza, sobre el crecimiento y sobre la producción.

La imaginación radical 

Nos gustan los perfiles, nos gustan las curvas y también sabemos cómo leerlas. Nos gusta el software, nos gustan los sensores y también sabemos cómo codificarlos. Nos gusta poner la alarma y dejar que una máquina se ocupe de lo que hay que hacer. Somos esa generación que creció con algoritmos y pantallas en lugar de muñecas y autos de juguete. Jugamos, amamos, usamos patas para arriba esas herramientas, arrojamos contra la pared inteligencias artificiales, cosas de plástico, pantallas táctiles y detectores de metal.

No estamos en contra de las computadoras y los datos, pero nos rebelamos contra el sueño demasiado humano y pornopatriarcal de reducir todo a un joystick en manos de personas cada vez más impotentes.

Y ahora que entendimos lo que significa ser impotentes, abrimos la puerta y sentimos la brisa del miedo a morir. Nosotros, que no queremos morir y no queremos matar a nuestros seres queridos.

Lo que a nosotros nos importa ahora es un cambio radical. Un gesto de imaginación radical.

El problema fundamental que tenemos que responder ahora sin perder el más mínimo tiempo tiene que ver con la pregunta: ¿qué cosa es útil? ¿Qué es lo que realmente sirve ahora?

Si estamos dentro de la psicosis de la emergencia, no haremos otra cosa que aumentar la ansiedad y nos confundiremos cada vez más. Lo que está sucediendo es real, no es un invento. La gente realmente está muriendo de un virus que ha dado un salto entre especies y que tenemos dificultades para controlar.

El tema de la construcción de sí está vinculado a nuestra capacidad de aceptar que el otro no es algo a ser controlado con histeria, sino a ser comprendido. Cuando Donna Haraway dice que solo a partir de algunos conceptos podemos pensar en otros conceptos, sugiere que todo está en una “relación específica”. Nuestra tarea, ahora más que nunca, consiste en esta comprensión o respons-abilidad… Si dejamos que el auto corra en la dirección en la que ha acelerado hasta ahora, iremos cada vez más hacia la tragedia y a chocar contra una pared.

El sueño de una cosa[2]: algunos puntos para el gran salto

1 / Ingreso Básico Universal

La crisis económica en la que está entrando el mundo y Europa no será igual para todos. Muchos no podrán mantenerse a sí mismos a través de su trabajo. Trabajadorxs precarixs, autónomxs, desocupadxs no tendrán ingresos laborales suficientes para sobrevivir.

El modelo productivo, el apoyo a bancos y empresas para que el trabajo y los salarios vuelvan a ponerse en marcha no será sostenible. Es absolutamente urgente establecer las medidas económicas para esta crisis de manera diferente.

Este es el momento de un ingreso básico universal e incondicionado, que cubra a toda la población. Debe ser una medida no de emergencia, sino un plan a largo plazo.

La cobertura financiera para las medidas económicas anticrisis no debe aumentar las deudas nacionales, pero Europa debe promover para su propia supervivencia políticas fiscales y económicas comunes de mutualización de la deuda en la creación de nueva liquidez.

La misma lógica debe seguirse en las redes autoorganizadas desde abajo de espacios económicos alternativos a nivel local y transnacional. Debemos desarrollar redes basadas en el mutualismo en las que no se generen créditos o deudas, sino que se gestione en conjunto carteras comunes, apoyando el acceso a los bienes y recursos y el ingreso para todos.

2 / El cuidado

Esta pandemia ha dejado en evidencia el escándalo de las políticas neoliberales de reducción del bienestar social (welfare) de los últimos treinta años. Esta pandemia ha demostrado muy claramente la centralidad e importancia de la reproducción social. Ahora todo gira alrededor de la capacidad de la salud pública, de lxs médicxs, investigadorxs y enfermerxs de lograr hacer frente a la saturación de las unidades de terapia intensiva. Ahora todos ven que estamos en manos de quienes están entregando bienes y alimentos a los hogares. Son en su mayoría trabajadores y trabajadoras migrantes, que limpian oficinas y hospitales, cuidan a los ancianos y continúan recogiendo tomates en el campo. Son las mujeres, que sufren aún más en estos días las violencias domésticas de manos de sus agresores. Son las personas que se ocupan de la educación de niños y niñas ahora que las escuelas están cerradas. Este es el bloque social desde siempre invisibilizado, denigrado y considerado marginal a los ojos de las políticas económicas y de las inversiones. ¡Inútiles! Son ellos los que nos están salvando el culo, precisamente ahora que el capitalismo está en estado de shock y no sabe qué peces atrapar, son justamente estas personas las que, como siempre –repito: como siempre– están haciendo todo lo posible para resolver las crisis.

Es desde este bienestar social autoorganizado desde abajo, desde los grupos de activistas que están llevando alimentos y medicamentos a personas que no pueden mudarse de sus hogares, desde esta nueva logística del hacer común, del cuidado, del hacer lo que es útil, es desde aquí que debemos barajar y dar de nuevo.

Es a partir de una política que pone en primer plano las inversiones públicas en salud, en centros contra la violencia, en educación, en derecho a la vivienda y en los servicios sociales que debemos exigir que se vuelva a arrancar.

Debemos exigir inmediatamente una regularización de todos los inmigrantes en suelo europeo.

Y si tienen el coraje de volver a invisibilizar el cuidado, criminalizarlo o arrojarlo a manos del lucro privado, deberíamos ir a la huelga porque, ahora más que nunca, si este bloque social se detiene, se detiene el mundo.

3 / El cosmos

Es inútil luchar como superhéroes por la naturaleza, por los bosques y contra el cambio climático. Estamos en una encrucijada política muy importante. Lo que está en juego es considerar el medio ambiente como un ecosistema y como un recurso común. El proceso de construcción de un espacio común no ve al ser humano héroe o culpable por un lado, y al clima, la biodiversidad, los plásticos y los robots por el otro. Tenemos que salir de este paradigma moderno, de este sistema de control, ganancias, héroes, culpas y deudas. Incluso en un escenario calvinista de autoflagelación y sentido de culpa, seguimos considerando al Hombre de Vitruvio como el centro del universo.

Una perspectiva ecosistémica es el comienzo de una nueva cosmogonía. Donde el ser humano no está en el centro del universo: lucha con el bosque, no en el bosque. El ser humano no es un cuerpo extraño y privilegiado. El ser humano lucha junto con la biodiversidad, con el aire y con el agua. Somos un elemento entre otros y debemos construir relaciones equilibradas. Debemos entender el sistema complejo en el que nos encontramos y luchar en consecuencia. Las industrias agroalimentaria, farmacológica, logística y de transporte, el agotamiento de los bolsones de protección de los recursos y del aprovisionamiento energético son el problema que está en el origen de esta pandemia. Necesitamos entender y comprender este nexo relacional. Este es el lenguaje del virus y de estas oleadas pandémicas en desborde. La reacción política global está vinculada a nuestra capacidad de metabolizar esta relación. El ser humano no puede hacer la revolución por sí solo, ya no tiene sentido hacer la revolución si no se hace con el planeta, junto con el aire, el agua, el cielo, los bosques y los yacimientos de litio.

4 / Plataformas digitales

Es imprescindible inventar nuevas plataformas digitales que rompan el monopolio de las grandes plataformas del capital. Tras la crisis de 2008, las grandes plataformas digitales asumieron la tarea de monitorear y determinar el comportamiento social. El futuro pandémico aumentará el rol de las plataformas digitales en la determinación de nuestro comportamiento social. La única alternativa a esta concentración de poder es aumentar el control democrático de las plataformas sociales, colocándolas bajo más puntos de vistas en manos de los Estados democráticos. Al mismo tiempo, necesitamos desarrollar modelos cooperativos de plataformas digitales. Desde la archivación de los saberes hasta la logística, la distribución, los servicios de bienestar social, las cadenas alimentarias y energéticas, debemos desarrollar plataformas cooperativas autoorganizadas que descentralicen la governance y federalicen las alianzas reproductivas y productivas.

Debemos promover este doble movimiento: reforzar el papel de los Estados democráticos en el desarrollo y el control de las infraestructuras digitales como servicio orientado al bienestar social y no a los negocios, y al mismo tiempo desarrollar plataformas cooperativas e independientes desde abajo. Una sola de estas dos direcciones se puede revelar débil o autoritaria, por lo que debemos promover su proliferación sinérgica y coexistente.

5 / Los cuerpos

Estamos perdiendo nuestro cuerpo y la relación entre los cuerpos tal como la hemos conocido hasta ahora. Reivindicar un cuerpo significa sustraerse de la digitalización total de nuestras interconexiones. La velocidad de la fibra óptica, la velocidad de transmisión y producción de información no es comparable a la velocidad de transmisión de nuestro sistema nervioso. Si saturamos nuestra percepción a la velocidad de la fibra óptica, nos disolveremos. Nuestro cuerpo no podrá otra cosa que sufrir, gritar, enloquecer, paralizarse y disolverse si se inmoviliza y se conecta la mayor parte del tiempo a un router wifi.

Para desautomatizar este proceso de digitalización de nuestras relaciones y de destrucción de nuestro cuerpo, necesitamos construir nuevas ritualidades. Nuevos circuitos de fabricación de las relaciones.

La creación de este cuerpo es una actividad ecosistémica: tenemos que construir sistemas complejos equilibrados que sean un refugio para todos esos recursos escasos y en vías de agotamiento. La afectividad, los principios, la sexualidad, la comida, los conceptos, las economías, las inteligencias artificiales… deben entrelazarse para construir un cuerpo social nuevo, monstruoso y equilibrado.

6 / La cultura

En la digitalización de la vida social, lo que más falla es la producción cultural. En una sociedad recluida y digitalizada, en una sociedad disciplinaria automatizada, lo que más se debilitará es el saber pensar. Museos, escuelas, universidades, conciertos, cines, espacios de arte, centros de investigación, bibliotecas ya no tienen físicamente razón de existir tal como los hemos hasta ahora construido, pensado y frecuentado.

La cultura debe reclamar un derecho de intermitencia: poder ser el lugar para tomar distancia, la epojé –suspensión– en un mundo infectado, el espacio amistoso para poder dormir, descansar y soñar. La cultura es el lugar de la construcción de la alteridad. El derecho a dormir y soñar significa tirar del enchufe de algunas de las formas que hasta ahora han intoxicado y saturado el modo de la producción artística. El virus quizás vuelva imposibles las bienales, las semanas de la moda y todos los grandes eventos que en las últimas décadas caracterizaron el ciclo de valorización de la creatividad transformándolo en un gran producto derivado de la industria del turismo y del mercado inmobiliario. ¡No podemos más que brindar a la salud de su posible obsolescencia! Es el momento de llenar este vacío con una idea de producción artística basada en el cuidado, en el largo plazo, en la integración con las cadenas productivas territoriales y descentralizadas. En una perspectiva sinérgica de las diversas disciplinas artísticas ya no concebidas y llevadas a cabo en términos espectaculares, sino pensadas como motor simbólico y campo de investigación para soñar el mundo por venir.

 


Notas

[1] Literalmente puede traducirse “manejado por datos”, el término hace referencia a la toma de decisiones a partir del análisis y la interpretación de datos. [N. del T.]

[2] “Il sogno di una cosa” en italiano, remite, claro, a la famosa carta que, con veinticinco años, Marx escribe a Arnold Ruge en septiembre de 1843 –y, en clave italiana, a la primera novela de Pier Paolo Pasolini, quien la retoma de Marx como título de su primera novela. Aunque en español podría quedar mejor “el sueño de algo”, opté por mantener la traducción literal precisamente porque de ese modo circula a partir de la novela pasoliniana.

A propósito de esta imagen marxiana del sueño, y de los modos en que en el siglo XX es retomada por teóricos como Georg Lukács y Guy Debord, puede leerse el iluminador artículo de Bruno Bosteels “¿Qué soñar? Sobre el inusual dicho: puede que sea correcto en la práctica, pero no vale en la teoría”, traducido por Iván Matheus Calderón, en dos partes aquí y aquí. [N. del T.]