23 de marzo

Hola queridxs,

¿Cómo están? Recibí y leí y releí sus envíos en medio de una vorágine de mensajitos audios correos entrevistas memes URGENTE opiniones posteos más mensajitos correcciones cuadros de gráficos URGENTE manifiestos comentarios spam editoriales URGENTE… Sus envíos son también un bálsamo, sinceramente, que obligan a honrar el convite.

¿Por dónde empezar? Por las cartas, se me ocurre. Carta “al querido pueblo argentino”: belleza y sagacidad del gesto de Alberto. En principio, se podría armar una serie con otras dos misivas. En la más reciente “Carta a los argentinos y argentinas” –hace exactos dos años, 16 de marzo de 2018–, Francisco agradecía los saludos recibidos por los cinco años de su pontificado, pedía disculpas “a los que puedan sentirse ofendidos por algunos de mis gestos” y reafirmaba que “la unidad es superior al conflicto”. Dos años, un eón. Por decir algo: Servini todavía no había intervenido el PJ Nacional (abril), Macri no había cerrado con el FMI su malogrado operativo reelección (mayo). La otra “Carta a los argentinos” que me viene a la mente está algo más lejos del presente (pero más cerca de los últimos cuatro años). ¿Se acuerdan? 10 de agosto de 1998: El entonces llamado Grupo de los Cinco (Alfonsín, Fernández Meijide, Chacho, Terragno, De la Rúa) presentaba en público la plataforma electoral de la Alianza UCR-Frepaso.

Es claro que lo interesante de esta serie de misivas, lo que la vuelve pertinente, está en las relaciones de cercanía y distancia que pueden establecerse. Se podría decir: Alberto se aleja de aquel Alfonsín (el anteúltimo, el armador exitoso y a la vez fallido, habida cuenta del programa instaurado tras el triunfo de 1999) tanto como se acerca a este Francisco, con quien, a su vez, no dejan de alimentar y actualizar la serie mayor y ecuménica de la textualidad peronista (que, en lo específico de la epistolaridad política, incluye tanto las cartas del conductor en el exilio como las que Evita, ringostarriana avant la lettre, firmaba desde la fundación, en respuesta de otras misivas llegadas de los puntos más recónditos del subsuelo de la patria).

Pero vuelvo. Decía: hay en la vocación enunciativa de Alberto –y sigo pensando en el formato “carta”– belleza y sagacidad. Belleza no solo por el acierto del gesto ¿anacrónico? (qué es una carta sino un diálogo diferido, un intento de conjurar la ausencia y constituir un espacio común frente a la distancia espacial y temporal), sino por el humanismo que subyace como estructura sensible rectora de su perspectiva política (a cuento, también, del modo en que Sloterdijk, retomando la imagen sartreana de los libros como “cartas a los amigos”, define al humanismo como “una telecomunicación fundadora de amistad por medio de la escritura”).

Por otro lado, hay sagacidad porque, al fin y al cabo, la carta opera en el presente hipermediatizado del tiempo real y el espacio virtual: es parte de un dispositivo comunicacional que incluye conferencias de prensa, cadena, entrevistas a mansalva, anuncios ministeriales, el tuit a Joaquín sobre el ratón Pérez… Ella misma es un texto digital, que juega por lo tanto su eficacia bajo las reglas del “ahora desprovisto de aquí”. Sí y no, ¿cierto? Porque, sobre (y contra) la saturación infodémica, la carta ensaya una operación de recombinación y corte de la actualidad mediática indefinida: ofrece un contrato de lectura diferencial –toda carta se escribe no solo para ser leída, sino para ser releída–, que dispone un presente perdurable en el mediano plazo y situado en términos espaciales y conceptuales, y emplaza a los destinatarios como integrantes de una comunidad en acción antes que como espectadores individuales de una película que no los toca. Ciudadanizar la democracia: clase práctica, todo de un saque y a varias bandas ¿no?

En cuanto a nuestro “Abierto”, comparto inquietudes y pareceres: en un mundo que se cierra, todo más abierto que nunca, en el sentido de: ¿cómo se sostiene una comunidad en el medio de una crisis sanitaria, pero fundamentalmente económica, global, cuando se ha asumido una perspectiva a favor de la igualdad, de la justicia, del cuidado? ¿Cómo se lleva adelante una política humanista en un presente surcado por lo inhumano, por aquello que, como decía Scalabrini, “pasa sobre las cosas perecederas sin perecer, pasa sobre los hombres mortales sin fenecer”, y que es imprescindible “emplazarlo, transformarlo en mortal y perecedero como las cosas a las cuales está aplicado” para que no nos lleve puesto? Porque el tema de fondo es, sigue siendo, el capital ¿no?

La seguimos desde acá,

Los quiere,

Emilio.

PD: Ah Kari, el desinterés contemporáneo por las fuentes… Cuántos atentos a meter las manos en busca de unas monedas, cuántos menos dispuestos a meter las patas para tramar conversaciones de plaza. Delicias del que(no)hacer intelectual, ya hablaremos… Por suerte, la Tierra permanece.

 

24 de marzo

Amigos queridos, ¿cómo están? Los extraño tanto.

Esa circulación de pensamientos, reflexiones, percepciones que se van engarzando cuando estamos juntos, en simultáneo, yuxtapuestos, que pueden con mi apatía, que sostienen mi obstinación, se me hacen tan necesarios para pensar –y atravesar– este tiempo. Y todos. Pero los tengo por acá, ¡qué bueno! Voy al intercambio, entonces.

Me quedé con el pensamiento de Emi: las operaciones sobre el espacio (virtual) y la temporalidad (este presente hipermediatizado) en las intervenciones de Alberto (perdón, un desvío epistolar en honor a tu recapitulación. Escribo sobre el espacio y el tiempo y me viene a la memoria mi correspondencia política preferida: las cartas entre Perón y Cooke. Una definición del general: la resistencia es una lucha diluida en el espacio y en el tiempo. Para un Cooke que busca insistentemente formas de practicar organización con los restos de una experiencia política).

Vuelvo. Pensaba que lo más potente o lo más significativo de esa configuración que arma Alberto con las cartas, las entrevistas, las cadenas, es que sostiene la inquietud sobre cómo la política puede volver a hacer inteligible una tragedia, una que todavía no ocurrió pero que existe en términos de posibilidad. O mejor, cómo puede volverla sensible, volverla común. Jugada difícil; hay que afrontar, desarmar muchos sentidos distintos y al mismo tiempo. Los del orden sensible general anestesiado, pero también los de las particularidades argentinas: situar la condición de lo trágico que quedó arraigada en la crónica de nuestra historia y en todas sus formas de reiteración.

En este camino, Alberto interpela una obligación de la que ya se había sustraído gran parte de la sociedad argentina: su carácter de sociedad civil. Transgrede, va contra esa ausencia. En un momento, además, donde el orden público no contiene la posibilidad de inmediatez con la calle, su configuración espacial, sino que está suspendido en la plena temporalidad. Entonces, ¿hay que partir desde los efectos, más efímeros pero efectivos, o desde las consecuencias reales? En tiempo de comunicación indolora por definición, ¿aparecen modulaciones, formas, imágenes desde donde decir ese dolor? El intento es situar el valor en torno a la necesidad: todavía necesitamos comer, todavía los cuerpos deben ponerse en circulación para esto; cuando eso no ocurre, lo que ocurre es un problema de todos. Provocar una afectación que procure, desde su propia enunciación, la contención de una angustia que nos haga crear lazos, comunidad, instituciones.

Ahora, todo esto se hace sobre el trasfondo de lo trágico argentino, decía también. Desde nuestras biografías políticas que abrevan a un peronismo que cargó –o se hizo cargo– de una conflictividad constitutiva a su propia emergencia. Desde ese origen, el enfrentamiento peronismo/antiperonismo le impone la forma, le da cuerpo, le forja la voz a la crónica de la argentinidad. Entonces, pienso en lo que planteaban Kari y Bruno: lo abierto como condición posible. Porque en ese despliegue del conflicto, en su transcurrir en la historia como conflictividad, el peronismo siempre es una posibilidad: incierta, abierta, incompleta por supuesto, y también fracasada, especulada, traicionada. En esa trama, como dice Kari, ¿sobre qué memorias de todo este peronismo posible –y siempre en disponibilidad– para Argentina, construye Alberto su recorrido político? Emociona un peronismo que se dinamiza, que busca ampliarse desde una lógica frentista. Que tensiona su escena política primera posible -sin olvidarla nunca, por supuesto- y conmociona el campo político desde una actualización de la discusión sobre qué es la política, qué es el peronismo, qué es el orden justo. Y no hablo en términos de las imágenes con los opositores en la misma mesa, en ese gesto de ampliación de la decisión sobre lo público, sino en cuanto a la configuración de la comunidad a la que invoca (hablando de esto, otra digresión: rara reivindicación de algunos compañeros al “Estado” de Larreta, que no se cansa de estar presente en términos represivos y nunca da cuenta del orden público sanitario, educativo, comunal. Como si quisieran que el crédito de ser parte de la decisión se lo llevara el alcalde de Buenos Aires).

Alberto apuesta a la comprensión de que las escenas históricas nunca están vacías aunque la soledad, la desestructuración, la opacidad, el desencanto abunden. A que las ruinas que se acumularon sean suficientes para alertarnos de la violencia que nos atraviesa, para encontrarnos con el dolor que nos rodea. Y hacer algo. Desde la convicción de la potencialidad de la política como destino.

Sigo con ustedes, siempre.

Los quiero,

Lucía.