La salud de nuestra sociedad, pilar de toda convivencia, está siendo atacada. El vector son compatriotas invisibles, portadores sanos que están incubando la gripe sin síntomas, que en principio se contagiaron afuera y que regresaron al país con la enfermedad. Al ingresar con la gripe contagiaron a otros, que comienzan la red de contagio interno.

El aislamiento social preventivo obligatorio es la medida que busca la mayor eficacia posible para cuidar la capacidad de cuidarnos, o sea, no saturar el sistema de salud de nuestro país. Ese sistema de salud es finito, no infinito, tiene una cantidad limitada de camas en terapia intensiva y especialmente de respiradores para asistir a los casos graves, que van de gripe a neumonía entrando a la zona de riesgo de la vida.

De esta manera estaremos preparados para defender del mejor modo posible la vida de nuestros compatriotas.

Esta stiuación genera un problema económico sin precedentes en la historia económica de la humanidad: se para el aparato productivo global, se enfría el consumo, se detiene el transporte, se modifican los hábitos de consumo.

Los consumos digitales se edifican sobre una red de provisión de energía eléctrica y una red de provisión de conectividad; sin acceder a estos dos soportes, todos los dispositivos se vuelven pisapapeles caros. Ambas redes están en control de empresas y no del Estado; en el campo de las telecomunicaciones, son empresas con casas matrices en otras latitudes, o sea, piensan su estrategia desde otros intereses ajenos a los nacionales.

¿Cómo defendemos la economía acompañando el criterio fundamental de defensa de la salud de nuestra sociedad? Primero hay que comprender y aceptar la gravedad de la situación. Luego hay que poner en el centro el interés general: eso nos obliga a ceder en el Estado la soberanía de identificar y guiar al conjunto en esta epopeya de defensa de un ataque a la salud de la sociedad y otra epopeya para defender lo esencial de la economía.

En lo esencial de la economía aparecen tres factores principales: el sistema de salud, el sistema de alimentación y el sistema de servicios básicos.

Salud es mejorar la capacidad de alojar y dar tratamiento a personas enfermas; proveer de respiradores artificiales para asistir a los más graves; proveer de medicamentos, camillas, ropa de cama, alimentos, médicos, enfermeros, trabajadores de salud, hospitales y clínicas funcionando, energía eléctrica y telecomunicación.

Alimentación es producir y distribuir los alimentos para que lleguen a cada hogar y garantizar el acceso al agua potable.

Los servicios básicos son el agua, las cloacas, la electricidad, el gas, el servicio de recolección de basura, el transporte público, las noticias y el acceso al entretenimiento.

En salud tenemos tres grandes subsistemas: la salud pública, la salud privada y la salud a través de las obras sociales sindicales. Aquí los sindicatos han puesto además a disposición a los hoteles sindicales para transformarlos en hospitales de campaña.

La decisión estratégica fue cortar de cuajo la velocidad de contagio con el aislamiento social preventivo para proteger la capacidad de cuidado.

Los medicamentos son mayoritariamente producidos por empresas extranjeras y minoritariamente por empresas nacionales. Aquí hay desafíos: la provisión en tiempo y forma en las cantidades necesarias, la distribución masiva a hospitales y clínicas y el sistema tradicional de distribución minorista de laboratorios a farmacias.

Si aparece la cura de esta gripe, es muy probable que sea desarrollada en el extranjero. Allí del mismo modo habrá que acordar las formas de producción y distribución. Se estima que la misma puede estar disponible entre julio y noviembre de este año.

Si todos hacemos un círculo de las cien personas que más amamos en el mundo, un estadístico nos diría que terminada esta crisis solo faltarán dos que habrán sido víctimas de esta enfermedad. Si somos muy prudentes con esta cuarentena podemos bajarlo a una persona menos; si somos realmente responsables podemos lograr uno en doscientos, uno en trescientos y hasta uno en mil.

Del mismo modo, si todos sacrificamos parte de nuestros privilegios y vamos a fondo con la solidaridad, podemos lograr que el hambre llegue a menos argentinos, que las necesidades básicas sean cubiertas al máximo de los argentinos posibles; una suerte de solidaridad basada en disminuir los consumos individuales no imprescindibles y ceder a los más necesitados la diferencia. Si nos sorprendemos en este camino, habremos fortalecido nuestra salud como sociedad.

Aquí vamos a los aspectos económicos.

El principal distribuidor de la riqueza socialmente generada es el salario. Además de riqueza, distribuye dignidad, porque presupone un acuerdo digno de trabajo que crea valor social por medios de cambio que permiten resolver las necesidades del entorno social primario del trabajador.

En todas las provincias chicas el principal empleador es el Estado: docentes, médicos y policías explican la mayor cantidad de esos trabajadores. En el sector privado, “el empleador” es una gama diversa de empresas desde microempresas, pymes y grandes. Esta crisis afectará de manera muy negativa a todas.

Vivimos en un país, y en un mundo, en donde hay un 40% de trabajadores que no acceden a un salario, viven en lo que llamamos la economía informal y que organizados llaman economía popular.

Ahí es el Estado el que asigna un ingreso universal para intentar que cada familia logre resolver la subsistencia. El resto vive en la calle, de changas, carritos, trabajos a domicilio, todo tipo de trabajo que se pueda hacer con las manos y pocas herramientas para resolver un problema a quien lo tenga y generar un mango a quien lo necesita. Este sector es el más vulnerado en toda esta situación.

Pero hay que evitar varios efectos dominó. Uno de ellos es el control de los precios.

A la gilada, ni cabida.

El aislamiento social preventivo obligatorio es un caldo de cultivo propenso para las psicosis colectivas derivadas del exceso de consumo de películas, series y otros contenidos mediáticos promotores de neurosis y psicosis. El temor a morir, sumado al aburrimiento del encierro, derivan en el pánico por el desabastecimiento. Ese pánico empuja a compras compulsivas, esas compras compulsivas generan agotamiento del stock diario, esa falta de productos en góndola retroalimentan ese pánico social.

Al medio, las grandes cadenas mayoristas usan el aumento de la demanda del sistema capitalista para aumentar precios. Así con el alcohol en gel, así con todo.

Hay que ser determinantes con estas prácticas comerciales abusivas. Pero también hay que ser determinantes con las personas en pánico.

Usemos el sentido común, seamos más solidarios que nunca y si tenemos un sentido común de mierda, hagamos caso al Presidente.

Otro efecto dominó es el pánico por los síntomas de la enfermedad. 44 millones de argentinos no vamos a enfermarnos, solo un millón podrán enfermarse en un escenario de catástrofe sanitaria. O un par de cientos de miles si no llegamos a la catástrofe, o solo decenas de miles si somos unos capos. Entonces, para poder cuidar a esos enfermos de verdad, debemos autodiagnosticarnos los asustados. Leer solo información oficial. Contenernos, escucharnos, hablarnos, comprendernos, pero no alimentar el miedo ni consentir la estupidez. No hay que ir al sistema de salud excepto cuando estamos enfermos. Es hora de priorizar a los que más lo necesitan.

Otro efecto es la desesperación económica. El sistema capitalista es inhumano, no solidario, abusivo, irracional. Los que tienen empresas, en especial pequeñas y medianas, están en jaque, se corta la cadena de pagos, los acreedores presionan, los trabajadores necesitan sus salarios hoy más que nunca, el modelo de negocios colapsa. Se resiente el sector gastronómico, turístico, de transporte, consultorías, servicios que agregan información, los cuentapropistas que trabajan con servicios a domicilio, gasistas, plomeros, electricistas, albañiles, trabajadores que venden en la calle, feriantes, artistas, trabajadores de la cultura. Como una onda expansiva, llega a cada hogar. Se resiente la macroeconomía, las importaciones y exportaciones.

Ahí solo el Estado puede distribuir basado en el interés general y en el cuidado de la salud de la sociedad. Ningún otro actor tiene la legitimidad para persuadir al conjunto de que obrará por encima de sus propios intereses.

Básicamente, una sociedad organizada en comunidad en la que el gobierno representa los intereses de las mayorías y administra el Estado para cuidar nuestra salud y defender nuestra economía es el único camino para evitar el abismo.

Alberto Fernández reúne las cualidades básicas para tomar las riendas y llevarnos por buen camino, los y las argentinas somos una sociedad capaz de superar esta adversidad con el menor costo humanitario y económico posibles.

Es hora de cuidarnos entre todos.

Desde mi aislamiento social preventivo obligatorio, salud, queridos compañeros.