El escenario de creciente antagonismo político y social desplegado en Bolivia, en particular tras las elecciones del 20 de octubre pasado, tuvo un vuelco dramático este domingo, a partir de la sucesión de acciones que llevaron a la renuncia forzada del presidente Evo Morales y la sustanciación de un golpe de Estado contra el gobierno del MAS encabezado por sectores de la derecha y ultraderecha boliviana, con la connivencia de las fuerzas armadas y de seguridad.

Ariel Basteiro
Ariel Basteiro

Acerca de este proceso en buena medida todavía irresuelto, los intereses políticos en juego, el horizonte inmediato de posibilidades y los impactos de esta situación a nivel nacional y regional, conversamos con Ariel Basteiro, diputado nacional durante dos períodos entre 2001 y 2011 y embajador argentino en el Estado Plurinacional de Bolivia entre julio de 2012 y diciembre de 2015.

¿Cómo analizás la escalada que va de las elecciones en Bolivia y su impugnación por parte de la oposición, al levantamiento policial, las manifestaciones crecientes y la situación de desestabilización y violencia que desemboca en la renuncia de Evo Morales y García Linera? ¿Era algo esperable en términos de la conflictividad ya existente a nivel nacional, o tiene sus fundamentos en el contexto regional y las presiones externas?

La escalada que se va dando está claramente determinado que fue un golpe de Estado diseñado, planificado con el manual de la CIA. Remite a los llamados “cinco pasos Sharp” [N. del E.: en referencia al politólogo estadounidense Gene Sharp], y es un procedimiento que tiene la CIA para llevar adelante golpes blandos en muchos lugares del mundo: lo hizo en la primavera árabe, trató de hacerlo en Venezuela, lo hizo ahora en Bolivia. Primero, generar condiciones de malhumor y malestar social; luego, generar una campaña de descrédito y acusaciones contra el gobierno; después, que la gente salga a la calle y genere violencia y destrozos; sumarle a eso la desestabilización del gobierno mediante el acuartelamiento policial; y, finalmente, forzar la renuncia del presidente y el gobierno, en el marco de una situación de hostilidad callejera y el avance de una intervención militar.

La cuestión es que, en Bolivia, esta planificación determinada no tenía, en apariencia, razón de que se pudiese constituir tamaño desastre como se está constituyendo; por lo que vemos hasta ahora, es un golpe de Estado que no trajo una dictadura, no trajo nada más que una anarquía total y absoluta.

Lo que también hay que considerar es que es un plan de EE.UU. –con incluso financiamiento previo sostenido por parte de la CIA– porque Evo obviamente les molestaba para sus intereses, enfocados en quedarse con las riquezas minerales de Bolivia –gas, petróleo, litio, incluso el agua, con una potencialidad muy fuerte–, acostumbrados siempre a tomar a ese país como su base de operaciones; más que el patio trasero, Bolivia fue históricamente el patio del fondo del patio trasero para la política norteamericana. Y, desde que está, Evo logró darle una dimensión diferente a la posición boliviana, ya que no solo expulsó al embajador estadounidense sino también a la DEA, a la CIA, a la USAID [N. del E.: Agencia de los EE.UU. para el Desarrollo Internacional], a muchas ONGs norteamericanas. Y creo que este golpe es lo que ha planificado el Departamento de Estado para vengarse de eso que Evo y el MAS han construido.

¿Qué características tienen las fuerzas golpistas, al menos en función de sus posiciones previas? Es decir, ¿qué representan las figuras de Mesa, de Camacho y, por otro lado, las fuerzas policiales y militares?

Mesa es el candidato del establishment, pero a quien Camacho a su vez ha defenestrado, autopostulándose como el referente de la derecha boliviana. Camacho logra su presencia a partir de los comités cívicos, los cuales, en verdad, no son grandes estructuras. Quizás para evitar que no hubiera derramamiento de sangre, Evo intentó en todo momento no salir a confrontar con estos grupos, porque se sabía que en ese caso iba a haber enfrentamientos populares; pero a su vez eso les permitió a estos grupos avanzar y extenderse y manejar a su antojo la calle.

Por otro lado, la verdad es que, a diferencia de la Policía, que siempre le generó inconvenientes al gobierno –reclamos, acuartelamientos, pedidos de renuncia de ministros–, las fuerzas militares teóricamente decían estar a favor de Evo Morales, el Ejército siempre fue claro mandante de lo que Evo le planteaba. Creo que la posición que finalmente adoptó puede deberse a las presiones ejercidas desde el exterior, y al hecho de que las voluntades de muchos de los generales puedan haber sido compradas –esto es algo que denunció Evo en su discurso de despedida, que hay dinero y financiamiento y recursos para aquellos que estén dispuestos a continuar con el golpe.

Ahora, mientras estoy diciendo esto, sé que en La Paz las comunidades indígenas están bajando en este momento del Altiplano a la ciudad, sé que en Cochabamba están saliendo del campo a las rutas. Por lo cual hay un resurgimiento del reclamo de que Evo vuelva por parte de las organizaciones sociales e indígenas.

En ese sentido, ¿cuál entendés que es la situación de los sectores políticos, sindicales y sociales afines a Evo? ¿Hay posibilidad de que el MAS ensaye una estrategia política de cara a la posibilidad de una discusión en la Asamblea Legislativa?

Las organizaciones sindicales están divididas. Hay sectores de la COB, la Central Obrera Boliviana, que apoyan a Evo y otros sectores que no; en cambio, en el campesinado es más homogéneo el apoyo a Evo. Y en las organizaciones sociales lo mismo, por lo menos las que tienen peso de movilización y gran cantidad de integrantes; hay otras que son casi sellos y que, obviamente, pueden estar sumándose a este golpe para intentar ganar posicionamiento en la política boliviana.

Creo que está en juego una nueva estrategia para, obviamente, desconocer a Jeanine Áñez, la senadora que se autoproclamó presidenta. Porque está Adriana Salvatierra, del MAS, que es la presidenta del Senado: ella había presentado una renuncia, apretada, condicionada ante el peligro que corría su vida; pero esa renuncia nunca se trató, porque obviamente ni el Senado ni la Asamblea Legislativa se reunieron, la autoproclamación de Áñez fue sin quorum. Así que en el día de hoy miércoles, a las 4 de la tarde, la Asamblea estaría convocando para una nueva sesión donde va a haber mayoría y donde, creo yo, van a rechazar la renuncia de Evo y la de Salvatierra; por lo cual hasta ella podría ser nombrada presidenta, tal cual como plantea la Constitución. Porque la Constitución no plantea que los vicepresidentes de las cámaras puedan ocupar el cargo de presidente, solamente lo puede hacer la presidenta del Senado. Y la presidenta del Senado es Salvatierra, por lo que hoy podría estar asumiendo como presidenta.

¿Cómo evaluás el rol jugado por Alberto Fernández en estos días, tanto en relación a Grupo de Puebla como a las negociaciones directas para romper el cerco tendido sobre Evo y García Linera y lograr su salida de Bolivia?

Alberto Fernández estuvo más que activo, fue el gran generador de la posibilidad de que México diera asilo, que el avión llegase a Lima, que de Lima saliera a Paraguay y aterrizara, que el presidente paraguayo aceptara que Evo entrara para viajar hacia el exterior, e incluso hizo las gestiones para que el avión pudiera sobrevolar cielo brasileño. Habló en muchas oportunidades con Evo y con Álvaro y estuvo en la coordinación prácticamente de todo el operativo, lo cual nos llena de orgullo y contrasta con la lamentable postura de Macri y de su gobierno y del payasesco canciller Faurie.

Con Evo y García Linera ya en México, y teniendo en cuenta que, como señalaste, es un escenario en proceso y todavía no definido, ¿cómo crees que impacta esta situación de Bolivia en el contexto regional?

Debemos estar preocupados todos los latinoamericanos en que todo esto no se convierta en algo que pase desapercibido, sin que haya un repudio generalizado de toda la región, de todos los gobiernos, sin que haya un desconocimiento de la presidenta autoproclamada. Esta situación en Bolivia abre a que quizás algunos quieran volver a hacer de América Latina un territorio en el que reine la violencia, en el que los golpes militares sean tomados como método de gobierno, y de esa manera –como durante muchos años ha sucedido– llevar a que los países sean miserables. Creo que todo esto es un pésimo antecedente y hay que tratar de combatirlo en toda la región.