A una semana de las Primarias Abiertas Simultáneas y Obligatorias (PASO), el presidente Mauricio Macri publicó tres tuits que lo ubican en el rango de un patético troll –sí, de esos que pululan en el call center que regentea el jefe de Gabinete Marcos Peña y cuyo único objetivo es contaminar el escenario electoral.

En la primera de sus diatribas en la red social del pajarito, Macri grita: “A NADA LE TIENEN MÁS MIEDO QUE A PERSONAS COMO VOS DICIENDO QUE ME VAN A VOTAR”. En la segunda, afirma sin tapujos: “No se necesitan argumentos, no es necesario dar explicaciones”. En el tercer mensaje, implora y reitera: “Tu declaración es decisiva. Te aseguro que a nada le tienen más miedo que a personas como vos diciendo que me van a votar”. Y cierra con una invitación: “El jueves 8 a las 19:00 horas en punto todos juntos vamos a decirlo en la red social que elijas: Twitter, Facebook, Instagram, WhatsApp”.

El apriete, la antipolítica y la perversidad en la arenga del presidente argentino dan cuentan de la alta suciedad que domina la campaña del oficialismo. Ya lo había demostrado su candidato a vicepresidente, el eterno oficialista Miguel Ángel Pichetto, al infectar el ambiente con embustes copiados del también senador Joseph McCarthy, quien inició en los Estados Unidos una cacería de brujas contra los comunistas durante el período de la Guerra Fría. El macartismo cambiemita del siglo XXI recayó sobre Axel Kicillof, exministro de Economía de CFK y candidato a gobernador de la provincia de Buenos Aires por el Frente de Todos. “El kirchnerismo lleva a un comunista como candidato”, prepoteó.

En su arenga altisonante, Macri reconoce que hay un voto vergonzante, que el que no lo elige debería estar asustado, y que su gobierno no puede mostrar un solo logro de gestión; por lo tanto, “no se necesitan argumentos, no es necesario dar explicaciones” de por qué hay que escoger su opción política.

El propio presidente renuncia al formato habitual de una campaña electoral –explicar sus ideas, informar de sus planes de gobierno, difundir su plataforma política–. Prescinde de contarle a la ciudadanía por qué debe votarlo. Insólito.

Una pista: Macri argumentó, luego de ser ungido presidente en 2015 que pretendía que lo “juzguen por si pude o no pude reducir la pobreza”. Casi cuatro años después, la pobreza trepó al 34,1% y afecta a 13.800.000 personas. Difícil dar explicaciones sobre el fracaso de su propia meta.

No hay número económico que acompañe a la gestión macrista:

— La Canasta Básica Alimentaria lleva acumulada una suba del 60,9% en el primer semestre de 2019, en comparación con el mismo período del 2018.

— De octubre de 2015 a la fecha, el salario real del sector privado registrado perdió un 17,6% y el del sector público un 21%. Por su parte, los salarios de los becarios e investigadores del Conicet cayeron por encima del 30% en la gestión Cambiemos.

— La situación laboral está en caída libre generalizada: en 2019 se perdieron 217.000 puestos de trabajo, según el Ministerio de Producción. En el sector industrial ha dejado de operar el 42% de la planta.

Esta debacle no puede ser explicada honestamente sin admitir que se consumó una brutal transferencia de recursos desde los trabajadores a los sectores concentrados y especulativos. Que los dueños de la tierra, la luz y los recursos naturales se enriquecieron formidablemente a costa de las penurias y los sufrimientos de millones. Por supuesto que el candidato-presidente no tiene el coraje de explicar que su política está diseñada para beneficiar a sus socios de clase.

Otra frase célebre: “En mi próximo gobierno vamos a hacer lo mismo pero más rápido”. ¿Cómo haría el empresario para argumentar con sinceridad que el modelo de exclusión se va a profundizar? Por eso Macri no quiere “ni explicar ni argumentar”. Por eso apela al voto-odio. Al miedo. A la rabia.

La no-propuesta es un salto al vacío. No hay utopía orientadora. No hay red. ¿Las encuestas generan alarman en el bunker del fundamentalista Jaime Durán Barba? Si tomáramos un promedio de los múltiples sondeos observamos que la fórmula Fernández-Fernández supera el 40%; Macri-Pichetto está en el 34%; y Lavagna-Urtubey con el 9%.

En el laboratorio oficialista creen que las PASO se convertirán en una verdadera primera vuelta. Esa foto derivaría en la profundización del voto útil de cara al 27 de octubre, licuándose así las terceras opciones. De las diez fórmulas presidenciales que competirán este domingo 11 de agosto, la mitad no alcanzaría el piso mínimo de 1,5% para competir. El temor: que esa polarización ubique a Alberto Fernández cerca del 45% soñado para evitar el balotaje.

No es extraño entonces, en sintonía con la campaña sucia en redes sociales que permitió el triunfo del ultraderechista Jair Bolsonaro en Brasil, que en WhatsApp se denoste a Alberto Fernández con mentiras del tipo “tiene cáncer de pulmón” o que en caso de asumir él “inmediatamente pide licencia por enfermedad y asume CFK como presidente”.

El gobierno apuesta al balotaje y a revertir allí el resultado desfavorable con la sumatoria de los votos de las terceras fuerzas. Es posible.

Mientras tanto, el oficialismo ha decidido que retendrá el poder a cualquier precio, incluso usando al propio presidente como troll. Como dijo el filósofo y escritor italiano Umberto Eco: “Las redes sociales le dan el derecho de hablar a legiones de idiotas”.